miércoles, 22 de agosto de 2012

El Gordo

Me estaba mirando con disimulo desde arriba de otros muebles. Bajito, pícaro, casi sonrojado. Con sus puertitas cerradas guardando en secreto un millón de historias. Mientras los pinceles hacían su trabajo, el Gordo elegía las flores que
querían que lo vistan. Y de a poquito fue contando las cosas que atesoró tiempo atrás: cartas de amor, fotos de generaciones y generaciones, pasajes para dar la vuelta al mundo; también que tomó incansablemente el té con señoras coquetas, que fumó el mejor tabaco de pipa, que escuchó tanta música que no cabe en sus puertitas y que sostuvo las flores más preciosas. Renovado ahora, con los colores del otoño y de la primavera, ya está listo para nuevas aventuras. 
 
 



 
Mueblecito de madera, trabajado con acrílicos, papel y laca.
Medidas: 0.63 x 0.48 x 0.40

Arrabal

Arrabal es impreciso, es mezcla, es calle, es desorden y contraste. Arrabal es un derrame de colores, es un frente de frío en el medio del verano, es un patio con plantas. Sólido y firme, burlo al desuso, al olvido y se sacudió las capas infinitas de pintura que lo asfixiaban. Arrabal es un alma inquieta. 





Banco de madera trabajado con acrílicos, papeles y laca,
Medidas: 0.47 x 0.30 x 0.30

Julia

Silla de madera trabajada con acrílicos, papeles y laca.





Amorancia

Un día me regalaron un plumín y un tarrito de tinta china. Y ahí empezó todo. La tinta, ágil, oscura, me susurraba sus secretos. Mi mano y el plumín los traducían en dibujos, sobre incontables papelitos de colores. Amorancia fue un regalo.
Cada cuadradito dibujado está impregnado de verano; cada uno guarda la emoción de lo nuevo, la dedicación y la concentración de horas. Cada dibujo tiene la alegría de disfrutar lo que uno hace. Amorancia empujó la rueda, abrió el camino.
 
 

 
Banquito de pino trabajado con 203 dibujos hechos 100% a mano, con tinta y marcadores.
Medidas: 0.25 x 0.22 x 0.22
 
 
 
 

Pasión

Aparador trabajado con acrílicos, papel y laca.





Medidas: 0.90 x 0.75 x 0.40

Río Azul

Cuenta la historia que fue la silla de un bar. Cuenta la historia que está llena de encuentros, de lecturas, de esperas, de charlas. Cuenta la historia que cerró negocios, rompió corazones, sacó fotos, estudió todas las carreras y escribió
novelas. Cuenta la historia que está llena de contemplación, de olor a café y pan tostado. Y que bailó infinitamente con una mesa... Quizás entonces, para darle días de más calma, tiene ahora los mil azules del sur y su río maravilloso. Y un montón de pájaros charlando yendo y viniendo que no dejan que se aburra. 
 
 


 

Mi Banquito

 Banquito de pino trabajado con papeles, acrílicos y laca.




Medidas: 0.30 x 0.30 x 0.20

La Linda

Mesita de descanso de madera trabajada con papeles, acrílicos y laca.



 Medidas: 0.60 x 0.43 x 0.30

Kolmio

Kolmio trabajaba en el campo. Se levantaba temprano, temprano. Charlaba un rato con las vacas, mientras peleaba con el pasto porque le hacia cosquillas en las patitas. Paseaba a sus anchas por todo el verde, aunque pasaba de lejos por el gallinero porque le tenía miedo a los picotazos. Disfrutaba a la tardecita de mirar a los girasoles dando el último baile y de sentir el olorcito a leña que subía por el aire. Se hundía a la noche en un millón de estrellas. Un día alguien vino de la ciudad. Kolmio escuchó con atención todo lo que contaba y le pareció irresistible no conocerla. Se vistió de colores, jugó con las formas que aprendió mirando las nubes en las siestas panza arriba, y emprendió el viaje para conocer las luces de otros lados.




Banquito de campo trabajado con papeles y laca.
Medidas: Diámetro 0.35 - Alto 0.42

Je t'aime

Je t'aime es un paseo en bici por una ciudad que está a punto de descubrirse. Je t'aime vino de una oficina y cambió de color para alegrarnos y decirnos buenos días. Je t'aime calma ansiedades, alienta el espíritu y lo reconforta.



La Rosarina

Estaba encerrada en un cuartito. De tanto en tanto, abrían la puerta, revolvían un rato, buscaban, movían bruscamente todo lo que allí dentro había y, de golpe, se cerraba de nuevo. Oscuridad total. A veces, en esos ratitos cuando había
luz de día, estiraba sus patitas flacas y trataba de adivinar el sol, trataba de adivinar el viento; la lluvia. Si ya había aire de verano o si todavía era invierno. Otras le era imposible asomarse porque le ponían encima toda suerte de objetos que pasaban por ella sin preguntar nada: lamparitas, pinzas, cables, latas, cajitas, tornillos, también cosas que nunca logro identificar. Y no es que tuviera algo en particular contra ellas sino que simplemente quería otra cosa. Se imaginaba con los juguetes más preciados, con los pocillos de café para las visitas, a upa de una pared para no tener que estirarse tanto. Un día después de tanto pensarlo, sonrió con ganas y decidió irse la próxima vez que abrieran la puerta. Y así fue, La Rosarina recorrió rutas de kilómetros dispuesta a dejar atrás sus días de encierro y empezar una nueva vida.


 

Kioto

 Mesita de luz de madera y caña, trabajada con papeles, acrílicos y laca.